Las Fiestas de Moros y Cristianos vivieron ayer el último día de la Trilogía, en el que el estruendo generado por las batallas de arcabucería entre ambos bandos fue el indudable protagonista. El Alardo, tanto el de la mañana como el de la tarde, logró mantener la espectacularidad pese a reducirse la participación. Los festeros dispararon 2.450 kilos de pólvora y el acto se desarrolló entre estrictas medidas de seguridad con el objetivo de prevenir accidentes.

Superados los dos primeros días de la Trilogía y todavía fresca en la memoria la brillantez de las Entradas y la sobriedad de las procesiones en honor al patrón, ayer le correspondió el turno a los arcabuces. Tal y como ya se había informado, la Asociación de San Jorge esperaba con cierto temor la jornada, toda vez que las trabas legales relacionadas con la normativa de la pólvora han propiciado que se se reduzca la participación. De hecho, los 2.450 kilos de pólvora que ayer acabaron quemado los festeros suponen la cantidad más baja de los últimos tiempos, lo cual hacía dudar sobre la repercusión que podría acabar teniendo sobre el desarrollo del acto.

Sin embargo, al final el espectáculo se mantuvo, y el estruendo de los arcabuces llenó por completo las calles del centro de la ciudad, haciendo las delicias de los amantes de este tipo de actos.

El enfrentamiento entre Moros y Cristianos tuvo su preámbulo poco después de las siete de la mañana con la humorística Embajada del Contrabando, que dio paso a las guerrillas entre Andaluces y Labradores.

Con todo, el grueso del espectáculo llegaría más tarde. Tras la Embajada Mora, las 28 filaes, 14 por cada bando, se enzarzarían en una estruendosa batalla que se polongaría por espacio de poco más de dos horas. Terminados los parlamentos, los cristianos saldrían desde el castillo situado en la plaza de España en busca de sus adversarios disparando los arcabuces. Divididos en dos columnas, se dirigirían unos por la calle San Nicolás y otros por la de San Lorenzo hasta encontrarse frente a frente con las huestes de la media luna en el Partidor y la plaza de los Salesianos. A partir de ahí se iniciaría la batalla frente a frente, logrando los moros hacer retroceder a sus rivales de nuevo hacia la fortaleza de la plaza de España, que acabarían conquistando.

La situación volvería a repetirse por la tarde pero a la inversa, cuando la fortaleza pasaría a estar presidida de forma definitiva por el estandarte de San Jorge.

El Alardo se desarrolló entre estrictas medidas de seguridad con el objetivo de prevenir accidentes con la manipulación de la pólvora y el disparo de los arcabuces. Efectivos tanto de la Guardia Civil como de la Policía Local estuvieron pendientes del desarrollo del acto. Además, al final de la calle Santo Tomás, donde termina la batalla, se habilitaron bidones con agua para desactivar la pólvora sobrante. También, se regaron las calles en varias ocasiones para evitar que los restos de explosivo pudieran arder y provocar algún percance.