Alcoy vibró con la Entrada Mora, un espectáculto desde el punto de vista de los boatos y en este caso, también, por la perfecta organización, que propició que el desfile fuese compacto y de una puntualidad casi perfecta.

Tras los problemas organizativos de la mañana, la tarde, aprendida la lección, transcurrió como la seda. El boato del capitán llegó incluso con adelanto a la plaza de España y, salvo un pequeño corte en el inicio, a partir de ahí el desfile transitó compacto y con una puntualidad que rozó la perfección, lo cual supo agradecer el numeroso público que abarrotaba las calles del centro de la ciudad y que aplaudió a rabiar las evoluciones de los festeros.

El capitán moro de los Realistas, Antonio Aracil, ofreció un boato repleto de colorido en el que destacó la presencia de numerosas bandas y grupos musicales, que transportaron a los presentes a las exóticas tierras de oriente. Tras la escuadra de la filà, abría la comitiva un original ballet con el que se representaba un eclipse solar, seguido por un baile del escorpión en el que destacaba una carroza con la forma del animal en cuyas extremidades un grupo de mujeres ejecutaban complicadas contorsiones.

A renglón seguido llegaban los caballeros a bordo de una carroza, abriendo el paso al capitán. El comandante de las huestes de la media luna apareció a lomos de un animal mitológico, mitad león, mitad escorpión, luciendo un espectacular traje con chaleco marfil y bombachos negros, rematado por un casco en plata y oro y una capa en el que se combinaba el rojo y el negro.

Un nuevo ballet representando la adoración del toro anunciaba la llegada de la favorita escoltada por sus damas, en una colorista expresión de tonos rojos y rosados. Doce guardianes masculinos y otras tantas femeninas a camello cerraban el sensacional boato.

Y como colofón a la comitiva Realista, la escuadra especial, diseñada por Víctor Ferrer y Santi Carbonell, cuyos componentes pretentaban un vistoso traje azulado con un enorme turbante.

Cabe resaltar que la favorita sufrió una indisposición en medio del recorrido y, pese a que pudo completar el desfile, fue trasladada después a un centro sanitario para recibir atención médica.

La Entrada Mora alcanzó otro de sus momentos más vistosos al paso de la escuadra del "Mig", en esta ocasión a cargo de la Magenta, que con un diseño de Jordi Sellés presentaba una estética africana, con el verde como tono predominante y una capa en el que se combinaban el grana y el gris.

Ya con las primeras sombras de la noche arrancaba desde el Partidor el alférez de los Berbericos, Ernesto Doménech. El boato diseñado por José Moiña fue muy compacto y destacaron los efectistas ballets, así como la carroza del propio alférez, tirada por esclavos cristianos y rematada con una gran cabeza de cobra. La escuadra especial, obra también de Víctor Ferrer y Santi Carbonell, estaba especialmente concebida para el lucimiento nocturno.