Una mujer invidente de San Vicente del Raspeig ha presentado una denuncia ante la Policía Nacional después de que el taxista que debía llevarla a Alicante se marchara dejándola en la calle. La mujer denuncia que el taxista quiso que el animal viajara en el maletero del coche (algo que no está permitido para un perro guía) en lugar de junto a ella en el asiento de atrás. Y ello para evitar «que dejara pelos en el asiento». La mujer, e 69 años, reconoce que no es la primera vez que le ocurre algo parecido y la impotencia que sintió la ha llevado a denunciar el hecho. Y espera las explicaciones de los responsables de la compañía de taxi con quienes aún no ha podido ponerse en contacto a pesar de haber llamado varias veces.

«Mi perro son mis ojos y va donde voy yo. Pasa las 24 horas del día a mi lado y gracias a él puedo hacer una vida lo más parecida a cuando podía ver», explica emocionada al hablar de Wuira, su perra labradora. Concepción perdió la vista hace siete años y poco después la Organización Nacional de Ciegos (ONCE) le asignó un perro guía que entonces tenía un año. Wuira se ha convertido en su sombra y en sus ojos desde entonces. La acompaña allá donde va y la protege evitando que tenga cualquier percance y haciéndole más fácil su nueva realidad de oscuridad.

Concepción vive en una urbanización del extrarradio de San Vicente y ello le obliga en muchas ocasiones a tomar el transporte público para sus desplazamientos, y a veces recurre a la compañía de taxi para poder desplazarse. El día en cuestión estaba en la calle Játiva haciendo unas gestiones. Cuando el taxista llegó, según relata, lo primero que el hombre hizo fue abrir el maletero y le dijo que el perro debía ir allí.

«Llamé a Radio Teletaxi y cuando vino el taxi vio que por mi situación iba con mi perro guía. El taxista me dijo con muy malas formas que lo metería en el maletero y yo en el asiento trasero», rememora la mujer invidente. «Hay una ley que dice que los perros guías pueden viajar al lado de su dueño en cualquier transporte público. Para mi ir en taxi supone un gran gasto al mes, pero necesito desplazarme, voy muchas veces al centro de Alicante en taxi ya que vivo alejada de él».

Una vida nada fácil

Cuando el taxista vio que Concepción no dejaría que su perra viajara detrás le sugirió llevarla en el asiento de delante. «Mido 1,70 y allí no podemos ir mi perra y yo». Durante unos minutos que se le hicieron eternos, la mujer explica que notó que la calle empezó a llenarse de gente «y cuando el hombre vio que le decían cosas se puso arisco. Al final se fue y yo me quedé llorando. Cuando me calmé llamé a otro taxi que vino y me llevó sin problema». Tras varios días meditando lo que le había ocurrido, Concepción decidió presentar una denuncia.

Concepción confiesa que quedarse ciega le supuso al principio una depresión. «Es una gran tristeza sentir la poca humanidad de algunos taxistas que hacen más complicada mi vida que ya de por sí no es nada fácil», lamenta.