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MOROS Y CRISTIANOS 2016

El Desembarco invade Campello

La llegada de las huestes moras a la Playa del Carrer la Mar al despuntar el día marca el inicio de los festejos

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Desembarco de El Campello

Un viaje en el tiempo. Las cinco mil personas, que según los datos facilitados ayer por el Ayuntamiento de El Campello, se acercaron hasta la playa Carrer la Mar desde primera hora de la mañana, se trasladaron sin duda, siglos atrás, y vivieron en primera persona un espectacular desembarco de los piratas sarracenos a la conquista de la viña marinera. Un episodio épico sorprendente y espectacular que inunda de pólvora todo el municipio y sorprende a los vecinos y turistas por el realismo de la contienda y el privilegiado entorno natural en el que se desarrolla.

A las 7 de la mañana, en plena oscuridad, el centinela cristiano avistó a los invasores moros, que llegaron a bordo de doce embarcaciones. Minutos después, el encendido del fuego de alarma, la cabalgata de aviso y el volteo de campanas intentaba avisar de la incursión mora al campamento cristiano. Todavía la noche envolvía la playa y el paseo, pero eso no impedía al numeroso público seguir acudiendo a su cita con el primer gran acto de las fiestas mayores de Moros y Cristianos en honor a la Virgen de los Desamparados. Después del intenso y atronador cañoneo naval y la defensa cristiana, llegó el momento más esperado por los asistentes y los 500 festeros participantes. Al amanecer, llegó e l desembarco del primer grupo de la fuerza armada sarracena con arcabucería en la playa del Carrer la Mar. Los piratas llegaron al arenal, desde las frías aguas del Mediterráneo, alrededor de las 8 de la mañana, cuando el sol ya brillaba en lo alto. El intenso olor a pólvora y el atronador sonido de la arcabucería de los 100 tiradores, invadió entonces todos los rincones de El Campello. Comenzó entonces una cruenta batalla entre las tropas de la cruz, con su capitán al mando, que pretendían frenar el avance de los sarracenos. La contienda ganó en realismo con el choque de los aceros y el galope de los cristianos que intentaban defender espada en mano, o a caballo, con lanzas, la villa marinera.

La historia manda

En total, a pie de arena, unos 600 festeros recrearon las cruentas batallas de la época, con el ensordecedor sonido de los arcabuces, como música de fondo. Los pájaros huían despavoridos de la playa, sólo un dron se atrevía a sobrevolar el arenal, una imagen que devolvía a los presentes a nuestro siglo. A pesar de la valentía y el esfuerzo de los cristianos, la historia manda y en esta ocasión, las huestes de la media luna se alzaron con la victoria después de más de una hora de cruenta batalla. La solemne música marcó el final de la contienda, y el desplazamiento de vencidos y vencedores hacia el otro escenario relevante del día, la majestuosa Torre de la Illeta.

Los cargos moros llegaron a la cita con la historia, sobre sus camellos. Al bajar de sus monturas, frente a la torre, el embajador, José Baeza, de la comparsa Meixemet que este año ostenta la Capitanía, pronunció las retadoras palabras que dan comienzo a la embajada, en una magnífica interpretación que arrancó los aplausos del público asistente. «Els moros han encorat al port! Vilatans del Campello, ciutadans de tota condició: hem de fer front a l'enemic que en nom de falses promeses posarà el nostre poble en perill». El embajador comenzó una acalorada batalla dialéctica con el centinela, que desde lo alto de la Torre, le preguntaba por sus intenciones. Desde tierra, el embajador, ataviado con sus mejores ropajes y joyas, exigió la comparecencia de su homólogo cristiano. Durante la espera, a pesar del intenso calor, los cargos moros permanecieron impertérritos, y los presentes pudieron disfrutar entonces de la riqueza de sus ropajes, joyas y espectaculares maquillajes. Tras el embajador, los capitanes moros, David Brotóns y Beatriz Mejías y Sara Baeza como abanderada.

Dede lo alto de la Illeta, la torre vigía, los cargos de la comparsa Cavallers de Conquesta, que ostentan la capitanía, acompañaban al embajador cristiano, Pere Luis Gomis. Junto a él, como capitanes, Laure Walaffe y Jesús Giner, y como abanderada, María del Carmen Baeza. El embajador cristiano respondió, valiente, a las amenazas de los sarracenos, y ante «el acecho de los sicarios, carniceros llegados desde el mar», pidió a los habitantes de la villa de El Campello que se unieran a «los hombres de bondad probada» para echar a los invasores de las tierras cristianas. La lograda interpretación de ambos embajadores consiguió el favor de los asistentes, que lanzó vivas a la Virgen de los Desamparados, al pueblo valenciano y a El Campello.

Sin embargo, al menos durante un día, los sarracenos dominan la villa y el estandarte de la medina luna ondea, orgulloso en la Torre.

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