Y como cada año, desde hace ya un siglo, Beny Beny Chimeti fue condenado a muerte ayer por sus propios compañeros, por traicionarles por el amor de una cristiana coqueta. Una deslealtad basada en un hecho cotidiano entre los festeros, un cambio de filà que se remonta a entre 1916 y 1919, que en Xixona se ha convertido en tradición con un singular acto que se celebró en la mañana de ayer, y que constituye la antesala de la reconquista que los cristianos culminaron por la tarde.

Centenares de personas asistieron a primera hora de ayer al Juicio Sumarísimo al Moro Traidor. Chimeti fue trasladado atado por La Plaça, desde los calabozos hasta el Castillo, donde fue juzgado por traicionar a Alá y a sus compañeros tras enamorarse de una cristiana. Este amor le hizo convertirse al cristianismo y facilitar la ubicación de un pasadizo secreto gracias al cual asaltarían por la tarde las huestes de la Cruz la fortaleza presidida por el estandarte de la Media Luna.

El juicio finalizó con la condena a muerte y su posterior entierro, siendo el funeral el acto más emotivo y solemne de los festejos, con los que fueron sus compañeros traicionados llorando por su muerte y llevaron su cadáver para el soterramiento.

Ya por la tarde, el Alardo sacudió el centro de Xixona con la pólvora de los arcabuces que emplearon en la batalla ambos bandos, finalizando con la Embajada del Cristiano que permitió desalojar a los moros del bastión turronero.

El ritual del Moro Traidor, que se ha convertido en símbolo de unas fiestas con 225 años de historia, surgió a principios del pasado siglo, cuando Ximo Cremades Picó, un xixonenc de los Moros Grocs, decidió cambiarse de bando para formar parte de la filà Contrabandistes. Entonces sus amigos y excompañeros de filà encontraron en este hecho un motivo de burla y crítica a la vez, lo que llevó a representar este acto hasta convertirse en el elemento diferenciador de estos festejos. Además, en los parlamentos cada año se introducen referencias a la actualidad, tanto local como autonómica e incluso nacional, en clave sarcástica. Todo por una condena por amor que dura ya un siglo y a la que Xixona es fiel cada año.