La media luna ondea orgullosa sobre el castillo de fiesta de El Campello. El bando moro logró colocar a mediodía de ayer su estandarte en lo más alto de la torre. Habían vencido. Pero antes de este final, hubo parlamentos y batalla unos para evitar perder su patria y otros para arrebatársela. La toma del castillo se adelantó ligeramente y la pirotecnia y confetti que debía de salir de las almenas al final se disparó por completo durante la batalla entre moros y cristianos.

Cientos de personas se congregaron pasadas las once de la mañana en torno a la fortaleza para disfrutar del tradicional acto de Embajada Cristiana. La capitana y el capitán de Els Marinos, María Dolores Giner y Juan Ramón Planelles, miraban la llegada de las banderas moras, precedidas por el embajador sarraceno, Carlos Ruzafa. Y tras él los capitanes, María Peremach e Israel Martínez, de Ain Karim, que con el paso lento y a medida que los parlamentos entre embajadores se intensificaban, iban acercándose hacia su objetivo, el castillo.

El día acompañó y pese a la amenaza certera de lluvia, el agua no hizo acto de presencia. Los nubarrones presagiaban tormenta, pero lo cierto es que los rayos y centellas salían de los parlamentos de los embajadores que iban encendiendo el ánimo. Los sarracenos llegaron con provocaciones. El mercadillo que se había montado frente a la fortaleza fue desmontado y los soldados de la media luna molestaban a una niña que pudo zafarse gracias a la intercesión de un clérigo. ¡Han llegado los piratas! gritó (en valenciano, como todo el parlamento) el embajador cristiano, Alberto Climent, y vociferaba ¡fuera, fuera, a la mar!

Un año es el tiempo que los embajadores han trabajado su papel, que es el mismo que se pronuncia el día del Desembarco desde la Torre de la Illeta. El espectáculo, lleno de protocolo, dura en torno a una hora. Los espectadores disfrutan de principio a fin y contienen la respiración en los combates cuerpo a cuerpo que se producen. A su vez, los jóvenes de la «Colla Escènica» ensaya durante el verano los combates que libran en los espectáculos.

El concejal de Fiestas, que se estrena en el cargo, David Alavés, es festero del bando moro, y destaca la alegría de la familia del embajador de la media luna «llenos de orgullo», mientras señala a la sonriente Rafaela, la abuela de Carlos.

Durante un año ensayan en el Consejo de Embajadores los parlamentos y cómo los dirán. El espectáculo acabó con una sorpresa final en forma de ballet para la abanderada mora Marina Fornés.