La playa Carrerlamar se encontraba abarrotada desde primera hora de la mañana de ayer. Muchos han presenciado este momento desde la niñez, otros por primera vez. En ambos casos, el Desembarco de El Campello sorprende, año tras año, por su realismo y por su entorno.

En medio de la oscuridad, el centinela avistó a los invasores. Rápidamente el fuego de alarma se convirtió en la luz que debían seguir los cristianos para luchar en minutos contra los temibles piratas, los moros, que ya habían invadido su campamento.

Expectantes, alrededor de 4.000 personas, según los datos facilitados por el Ayuntamiento, seguían cada minuto del acto que daba inicio a la Trilogía festera en la villa marinera. Tras el cañoneo naval y la defensa cristiana llegó el ansiado momento: el Desembarco del primer grupo de la fuerza armada sarracena, la vanguardia.

La lucha se desató cerca de las 8.00 de la mañana, con el sol en todo su esplendor y en un día especialmente caluroso de otoño. La presencia de capitán cristiano y sus tropas y la valiente resistencia de los de la cruz no fue suficiente para evitar la avanzadilla de los moros, que tras el desembarco de su capitán se enzarzaron en una ferviente batalla en las arenas de Carrelamar.

Embajada

La música, solemne y que resonaba en todo el paseo marítimo, marcó el fin de la contienda y como manda la historia, las huestes cristianas, con sus capitanes al frente, se desplazaron hasta la Torre de la Illeta. Tras ellos, los moros,victoriosos y desafiantes, acompañaban a su embajador, capitanes y abandera hasta uno de los puntos emblemáticos de la localidad que adquiere durante estas fechas, si cabe, mayor importancia. Los niños fueron los primeros en elegir sus puestos a ambos lados del escenario donde minutos después tendría lugar el segundo momento más destacado de esta primera jornada festera: la Embajada de la Illeta.

El alcalde de la localidad, Benjamí Soler, no quiso perder detalle y, junto a sus compañeros de la Capitanía cristiana, Els Marinos, se situó en primera fila, cámara en mano, para presenciar la Embajada. La espera se hizo amena para los niños de esta comparsa gracias a los churros que les entregaron minutos antes de que comenzara el acto.

«Els moros han ancorat al port! Vilatans del Campello, ciutadans de tota condició: hem de fer front a l'enemic, que en nom de falses promeses posarà el nostre poble en perill». Con las tradicionales palabras arrancó puntual la Embajada en la Torre de la Illeta. En una excelente interpretación, el embajador moro, Carlos Ruzafa Baeza, de la comparsa Ain Karim que este año ostenta la Capitanía, retó a los cristianos.

Tras una batalla dialéctica entre el embajador moro y el centinela, entre aplausos, hizo su aparición el embajador cristiano, Alberto Climent García, quien no se dejó embaucar por la altanería mora y exigió a los habitantes de El Campello luchar contra «los desarraigados, tramposos mercaderes de hombres, regados por el vino, el oro y el odio». Así, el capitán cristiano animó al público, que se sumó a la Embajada en el último momento, lanzando los vivas a la Virgen de los Desamparados, al pueblo valenciano y a El Campello. Aún así, la historia manda y la Torre de la Illeta vio caer la bandera de la cruz y luce, desde ayer por la mañana, una enseña verde con la media luna impresa, testigo del dominio moro en El Campello.