Hace más de una semana que se produjo la llegada de niños saharauis a tierras alicantinas. Este año el número de pequeños acogidos se ha reducido, ya que ha disminuido el número de visados, quedándose la cifra en 23.
Uno de los niños que llegaron, a través de la Asociación DAJLA, fue Mohamed, de 12 años. Al pequeño es imposible borrarle la sonrisa de la cara. Sus padres de acogida, Lidia y Antonio, tienen dos hijos de uno y cinco años y suman su tercer verano acogiendo a Mohamed, al que consideran «como un hijo más». La relación con sus hermanos de acogida es extraordinaria. «Me gusta cuidar de ellos y hacerles reír mucho», admite el joven saharaui.
Lidia cuenta que Mohamed es «muy alegre, payasete y que nunca pierde la sonrisa». Sus días en San Vicente son muy entretenidos. «Nos levantamos, vamos a la piscina, comemos y por la tarde jugamos en casa hasta que bajamos al parque», explica Lidia. El pequeño reconoce que le gusta todo de España pero si tuviera que escoger algo se quedaría con «los amigos de la urbanización, la música y el fútbol».
Lo mejor y lo peor
Tanto Lidia como Antonio admiten que es «muy gratificante» pasar dos meses con Mohamed ya que «transmite una alegría enorme y te permite conocer otras culturas». Padres e hijos coinciden en que el peor momento viene cuando el niño tiene que volver al Sáhara. «Las despedidas son muy tristes, lloramos mucho y terminamos todos abrazados», confiesan Antonio y Lidia.
Sin embargo, este episodio no se repetirá este año porque Mohamed se va a quedar a estudiar todo el curso en San Vicente del Raspeig hasta julio de 2015 cuando volverá al Sáhara, ya que sus padres de acogida le quieren dar la oportunidad de seguir su formación académica.
