«Tan malo es no querer como un amor que mata». Con esta frase explica Marino Martínez, jefe del área municipal de Servicios Sociales de San Vicente, el problema de sobreprotección que viene detectando su departamento en algunos padres o, sobre todo, madres y que está obligando a intervenir para evitar que esa excesiva preocupación perjudique a los menores.

En general los centros escolares son los primeros que descubren estos casos a través del Programa de Prevención del Absentismo Escolar. El pasado año sirvió para alertar sobre 29 niños que faltaban a clase debido a que había un problema de hiperprotección.

«Hay madres que están tan adheridas a sus hijos que son peligrosísimas, aunque también hay algunos padres», explica el experto, quien agrega que «es un cariño patológico porque provoca que el niño no tenga autonomía».

El problema, agrega Martínez, «es muy complejo y obliga a intervenir en edades tempranas porque después no se podrá hacer nada. Incluso a veces es necesario que aparezca una persona que les separe y haga un trabajo de serrucho».

Los niños sobreprotegidos suelen faltar más a clase. «No los llevan porque dicen que los otros les pegan, se meten con ellos o les acosan. Lo que pasa es que su hijo es un friki porque no le han dejado crecer», apunta el experto.

A estas madres, indica el funcionario, hay que decirles: «Deja que se caiga y se levante; al niño no hay que darle el pescado, sino una caña porque, si no, los otros chicos ven que su hijo es raro, frágil y por tanto interactúan negativamente con él. Y como no sabe defenderse, mantiene una relación defectuosa con el grupo de iguales, queda excluido del grupo, no le invitan por ejemplo a jugar al fútbol». Como consecuencia de todo ello, «el nene se siente rechazados cuando curiosamente todo ello ha sido potenciado por los padres».

Los profesores suelen detectar estos casos cuando un niño falta mucho porque sus padres dicen que está malito. «Los pediatras saben que en la mayoría de los casos lo que hay es una hiperprotección», explica. Paradójicamente este exceso de cuidado incluso acaba generando problemas de salud. porque su sistema inmunológico se hace frágil y los niños enferman más. También interfiere en el lenguaje y, al no ejercitarse, se ve afectado el desarrollo motor.

Cuando los centros educativos sospechan de que existe uno de estos casos interviene la trabajadora social del programa de prevención del absentismo escolar del Ayuntamiento y colabora con la familia para tratar de ayudar. Si es necesario, también se ofrece atención psicológica.

El origen del problema

Porque el exceso de protección suele tener origen en unos progenitores inseguros y angustiados. «Las madres sobreprotectoras suelen haber sufrido experiencias traumáticas con otros hijos o familiares, por ejemplo fallecimientos, y sienten una angustia terrible de que algo les va a suceder a sus pequeños», relata el responsable municipal. Este exceso de preocupación la trasladan a sus hijos, que suelen ser unos niños muy temerosos.

El trabajo que se realiza en los centros escolares y en la Concejalía de Servicios Sociales, que dirige María Ángeles Genovés, está permitiendo detectar el problema durante la fase de Educación Infantil, con tres o cuatro años de edad, aunque hay algún caso de seis años en la actualidad en el que aún no se ha logrado atajar esa excesiva dependencia.

Afortunadamente en la mayoría de los casos el trabajo que se realiza con la familia «hace mucho bien» debido a que «hasta los seis años hay una gran plasticidad psicológica». «A medida que la madre se va desangustiando, permite oxigenar al niño», señala el experto, quien apunta que al final se logra que estas progenitoras se den cuenta de que «el mejor legado que se puede dar es que hay que aprender a levantarse».