Cada vez está más cerca la recuperación de la emblemática ermita de San Pedro de Agost, una construcción que data del año 1.400. Las obras de rehabilitación acaban de comenzar gracias a una subvención de la Diputación de Alicante, que aporta el 80 por ciento del coste de esta intervención, cifrada en 49.000 euros.

Los trabajos van a consistir en el remozamiento de todo el exterior del inmueble, que el Obispado desafectó hace años de su función ritual y sacramental.

La intención del equipo de gobierno popular es acometer las obras por fases para su completa rehabilitación con el objetivo de que se pueda convertir a medio plazo en un espacio cultural del municipio. "Se trata de un edificio singular que ocupa una posición privilegiada, desde el que se divisa todo el pueblo y es un lugar muy emblemático para los agostenses que merece ser recuperado y dotarlo de contenido para que cumpla una función que pueda ser disfrutada por todos", indicó el alcalde, Juanjo Castelló.

El primer edil afirma que, una vez el inmueble esté totalmente reformado, se podrá destinar a presentaciones, exposiciones, conferencias y conciertos de cuartetos, entre otros usos. "Se trata de darle vida y poner en valor un edificio histórico en el municipio", añadió Castelló.

El Ayuntamiento aporta a esta primera fase, cuyo plazo de ejecución es de dos meses y en la que se restaurará la fachada, una dotación económica de 9.800 euros de recursos propios, mientras que los restantes 39.200 van con cargo al Plan de Obras y Servicios de la Diputación de Alicante.

Castelló recalcó que esta obra es "una nueva prueba del excelente clima de colaboración que mantenemos con todas las administraciones superiores, a pesar de las restricciones y ajustes presupuestarios que estamos sufriendo como consecuencia de la disminución de ingresos".

Cristaleras

Hace unos meses se procedió a instalar unas cristaleras para evitar que los pájaros y otras aves se colasen al interior. En este caso dos empresas del pueblo colaboraron y una de ellas regaló los cristales y la otra aportó los trabajadores para realizar las obras.

En total fueron ocho cristaleras, tres en una de las paredes, cuatro en la cúpula y una en la fachada. La ermita, construida pro la familia Borgoña, fue objeto de varias reformas en los siglos XVIII y XIX y en la Guerra Civil se perdió todo su patrimonio.