Es altamente grave y preocupante el estado de salud de la enfermera contagiada de ébola, así como la posible propagación del virus por todo el territorio español ante el presunto incumpliendo de los procedimientos. Pero lo verdaderamente alarmante de la propagación de este mortal virus fue el incumplimiento de los principios acordados en la Cumbre de Río de 1992.

Es probable que si don Ramón Martín Mateo (Valladolid, 1928) estuviese vivo hubiera ayudado mucho al Gobierno en la lucha contra la propagación del virus, desde una perspectiva del cuidado al medioambiente y el Derecho. Sus amigos y colegas coincidirían en que el eminente catedrático tendría definidas las líneas de actuación ante este proceso con una visión coherente y estratégica, en torno a cómo organizar el plan nacional para atajar esta enfermedad. Su conciencia humanista y sus profundos conocimientos del Medioambiente y el Derecho Administrativo pudieron ayudar mucho a las autoridades en las adecuadas y rápidas previsiones estratégicas en la campaña contra el ébola. El profesor tuvo siempre un concepción sistémica del medioambiente y su interrelación con los ecosistemas, por lo que hubiera inducido las causas del fenómeno y su propagación al continente.

Nuestra cercanía a África, para bien o para mal, obligatoriamente nos lleva a considerar ese ecosistema dentro de las probabilidades de riesgo para España y Europa, elemento que Martín Mateo siempre explicaba: «Los ecosistemas son infinitos, van desde conjuntos elementales a grandes complejos, desde una charca hasta un océano». Sobre la conciencia ambiental decía que «todos los animales y particularmente los superiores, actúan sobre su entorno». Y constantemente hacía alusión al cumplimiento de los Principios de la Cumbre de Río: «Los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible. Tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza» (principio 1). «Con el fin de proteger el medio ambiente, los Estados deberán aplicar ampliamente el criterio de precaución conforme a sus capacidades. Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del medio ambiente» (principio 15).

Si cuando se detectó el primer caso de ébola en África occidental en 1976, la Comunidad Internacional, particularmente los países desarrollados con sus potentes laboratorios y su flamante industria farmacéutica, hubiese prestado atención a los países afectados (principio 15), el ébola no sería hoy más grave que un sarampión o una varicela. Pero la subestimación por haber nacido entre la población negra y pobre de África, y porque se estimó, desafortunadamente, que esa enfermedad no se extendería al mundo occidental, es por lo que hoy el ébola está en España, EE UU y en Europa.

El profesor Martín Mateo señalaba que con esta filosofía se incumplía el principio 7 de la Declaración de Río, «los Estados cooperarán en un espíritu de asociación global, para conservar, proteger y restaurar la salud e integridad de los ecosistemas terrestres. En vista de las diferentes contribuciones a la degradación ambiental global, los Estados tienen responsabilidades comunes pero diferenciadas. Los países desarrollados reconocen la responsabilidad que tienen en la búsqueda internacional del desarrollo sustentable, en virtud de las presiones que sus sociedades imponen al medio ambiente global y de la tecnología y recursos financieros de que disponen». Y él hubiera considerado que no es el momento de pedir la dimisión de la ministra de Salud por su actuar ineficaz ante la protección del virus, sino de tomar las medidas necesarias de coordinación entre todos los organismos y organizaciones del Estado para combatir la propagación del mismo. La salida de la ministra es lo menos grave.

Ante la gravedad de los hechos, el profesor Martín apelaría a la unidad y jerarquización de responsabilidades a nivel comunitario, no hubiera dejado sólo al Ministerio de Salud en esa batalla, sino que incorporaría a todas las fuerzas de la sociedad política, ambientalistas, ecologistas, en cumplimiento de uno de sus «mega principios»: la solidaridad.

La reciente creación del comité especial para el ébola sería una de las principales medidas que Martín Mateo hubiese tomado en tiempo y forma como parte de un proceso de actuación validado con la eficacia que requiere el impacto ambiental del virus.

El escarmiento del ébola es un reto para las presentes y futuras generaciones, como expresa el principio 27 de la Cumbre de Río:

«Ingeniero social bienhumorado», como se autocalificaba el eminente catedrático Ramón Martín Mateo, fue una persona accesible, ejemplo de respeto al medioambiente, a la solidaridad y la ética, sobre todo a la condición humana, que siendo cristiano reconocía que el mayor milagro es la distribución justa, la moral, el amor y la fraternidad, mensaje que no debe faltar en esta batalla.