ANÁLISIS

Alicante, la gran olvidada en la fusión de BBVA y Sabadell

La posible pérdida de la sede social supondrá un golpe emocional, reputacional y económico para la provincia sin que se haya previsto ninguna compensación, mientras se promete amortiguar el impacto de la operación en Cataluña

La sede social de Banco Sabadell en el centro de Alicante.

La sede social de Banco Sabadell en el centro de Alicante. / Héctor Fuentes

David Navarro

David Navarro

Si algo ha vuelto a quedar claro durante el terremoto financiero que se ha registrado esta semana con la propuesta de fusión por absorción del Sabadell por parte de BBVA es la falta de peso que Alicante tiene en el panorama nacional. Una vez más. En la carta que remitió al consejo de administración del Sabadell, la entidad presidida por Carlos Torres se esfuerza por vencer las posibles reticencias a la operación que pudieran llegar desde Cataluña y promete el mantenimiento de una sede operativa en esta autonomía -es decir, que salvará los servicios centrales del Sabadell en Sant Cugat-, además de favorecer el papel de Barcelona «como hub europeo para las empresas más innovadoras y disruptivas del mundo». 

Pero de la sede social del banco -es decir, del lugar donde la entidad tiene su domicilio fiscal y donde deben celebrarse las reuniones de sus órganos de gobierno, incluida la junta general de accionistas- no dice ni una línea. No lo consideró necesario. Como confirmó este diario posteriormente, en todo momento se dio por hecho que seguirá en Bilbao y, al contrario de lo ocurrido con Cataluña, a nadie debió parecerle necesario compensar a Alicante por la pérdida del domicilio social del Sabadell. 

Si la operación se llevara finalmente a cabo -de momento, en el Sabadell se debaten entre rechazar la oferta directamente o exigir una mejora sustancial de las condiciones-, está por ver si BBVA acabaría haciendo algún guiño y, por ejemplo, mantiene al menos una parte de los servicios corporativos que el Sabadell tiene en estos momentos en la provincia. Unos servicios que, aunque muy alejados de las cifras de personal que llegaron a ocupar durante la época de la CAM -al fin y al cabo, la cuarta caja de ahorros del país hasta su desaparición-, todavía emplean a más de 500 profesionales. Será difícil, sin un poder político o económico relevante a nivel nacional que presione por mantenerlos. Lo normal es que primen los números y que se tienda a concentrarlos, aunque en tiempos del teletrabajo ya no sea necesaria la presencia física en un mismo lugar de los empleados de un departamento.

Lo que parece inevitable sería el golpe de la pérdida de la sede social, establecida en Alicante desde octubre de 2017, como consecuencia del desafío independentista en Cataluña. Un golpe, para empezar, emocional. La decisión del Sabadell de escoger Alicante como su nueva sede sirvió a la entidad para reconectar con un territorio que se había sentido herido tras diluirse por completo la identidad de su antigua caja de ahorros en el banco. En el tiempo transcurrido, los responsables de la entidad se han esforzado en reforzar el compromiso con Alicante y la Comunidad Valenciana. Por ejemplo, escogieron la capital de la provincia para poner en marcha un centro de desarrollo tecnológico puntero, bajo la batuta de la alcoyana Susana Soler, y su intervención fue sin duda clave para que la multinacional DXC decidiera instarse en la ciudad. 

También es uno de los principales clientes de NTT Data en la zona -que, de hecho, tiene uno de sus mayores centros en las plantas que tiene alquiladas en la antigua sede central de la CAM-, y cuenta con importantes proveedores en la provincia, como Necomplus. 

A esto hay que unir la publicidad que supone para la ciudad albergar la sede de una de las firmas del Ibex 35, que no deja de ser un buen reclamo a la hora de atraer posibles inversiones para la zona, como bien saben las administraciones que en estos años han peleado con otras urbes españolas por captar el interés de multinacionales y tecnológicas de todo tipo. 

Quizá por eso sorprendió la tibieza con la que el primer día acogieron la noticia de la posible fusión tanto la propia Generalitat, como la patronal autonómica CEV y las Cámaras de Comercio. Una tibieza que trataron de enmendar el pasado jueves, cuando el president Carlos Mazón aseguró que «defendería el territorio»; y el portavoz de los empresarios, Salvador Navarro, prometió «presionar» para que la nueva entidad mantuviera su compromiso con la región. Más allá del peso y del buen hacer que cada uno de ellos pueda tener, lo cierto es que el principal problema es la falta de conciencia y movilización social que, al contrario de lo que ocurre en Cataluña, existe en Alicante a la hora de realizar estas reivindicaciones territoriales. En otras palabras, el riesgo reputacional que supone hacerle un feo a los alicantinos, nada tiene que ver con lo que puede representar un gesto similar hacia Cataluña. 

En lo económico, la carta de BBVA al consejo del Sabadell deja claras las ventajas de la operación, que crearía uno de los líderes del sector en Europa, con unos activos por encima del billón de euros y más de 100 millones de clientes. Sus inversiones en el extranjero son complementarias -el banco presidido por Oliu tiene su principal mercado exterior en Reino Unido y el de Carlos Torres en México, Turquía y América del Sur-; mientras que en España el primero está mucho más centrado en el negocio de empresas, y el segundo tiene más peso en el de particulares. 

También aquí Alicante vuelve a ser diferente. La herencia de la CAM provoca que el negocio de particulares tenga mayor protagonismo para el Sabadell en la provincia, lo que significa mayor posibilidad de clientes compartidos entre ambas entidades. En cuanto a la red de sucursales, también sería una de las zonas donde más solapamiento podría registrase. No en vano, la suma de ambas entidades controlaría por sí sola más de un tercio de todas las sucursales, lo que augura una reducción de las mismas, si la operación se ejecuta, lo que a día de hoy sigue siendo una incógnita. Claro está, que todo dependerá de la voluntad que demuestren los responsables de la nueva entidad.